El entorno de la torre de Falces, tiene una identidad asociada a su paisaje y a unas tradiciones ligadas a las labores del campo. Un territorio de grandes contrastes, colores claros y vivos de los campos de cereales, de sombras intensas de viejas carrascas, o laderas sinuosas blancas como el yeso que las compone, contiguas a grandes bloques graníticos que se yerguen oscureciendo sus colinas.
La Nave la Almazara se apropia de este contraste, fuerte e intenso, del entorno que la rodea. Un volumen puro, con dos materiales como protagonistas: metal negro y hormigón.
A modo de un icono en el paisaje, se ha proyectado una caja negra metálica que reposa sobre otra caja de hormigón, creado así un nuevo hito en el horizonte del paisaje. Su interior se transforma en el negativo de la envolvente, creando un fondo blanco sobre el que contrastan los negros metales.
Tanto la función como la forma reflejan los conceptos: Contraste y pureza. Exterior oscuro e interiores blancos, un almacén brutalista, con un espacio de estar y oficina blanco y minimalista. Contrastes unidos y ligados en su esencia y físicamente mediante grandes ventanales que miran tanto hacia el paisaje interior como exterior.